Diario de Kinoxford – Capítulo 18.
30/03/2017.
En el artículo que empiezo ahora a escribir y por lo tanto vosotros a leer, no voy a hablar de mis andanzas por Oxford, sino de un ángel divino personificado en la figura de un veinteañero marbellí y malagueño llamado Pablo Raéz Martínez.
Pablo es un proyecto de hombre estrenando la mayoría de edad y rebosante de salud, apasionado de la práctica del deporte y más concretamente del exigente crossfit, con una dieta sana y equilibrada y por lo tanto mediterránea, que le esculpen un físico espectacular, cual adonis de la grecia clásica.
El 25 de Marzo del año 2015 acude al hospital para una pequeña operación de rodilla y al día siguiente le confirman que sufre cáncer en la sangre o leucemia.
En 24 horas su vida sufre un shock brutal y espantoso, pasando de ser un deportista sano, a un enfermo de cáncer, en esos traicioneros y macabros giros que tiene a veces la vida y el destino.
La primera pregunta que se haría Pablo es la que todos nos haríamos, ¿por qué a mí?, ¿por qué tengo que ser yo entre los 6.000 millones de seres humanos que habitan el planeta tierra?
Pablo comenzó a luchar de forma activa y pasiva contra su maldita enfermedad, fue consciente de la importancia vital que supone aumentar la base de donantes de médula ósea, para arrebatarle la guadaña a la muerte, cuando huele una leucemia recién detectada.
Un trasplante de médula aceptado por un organismo enfermo de leucemia multiplica exponencialmente las posibilidades de derrotar al cáncer y por lo tanto a la muerte.
La frontera entre la vida y la muerte está en una sola donación, pero no es tarea sencilla encontrar donantes compatibles y de ahí la trascendencia de disponer de un elevado número de posibles donantes de médula ósea.
Durante el transcurso de la ardua y desesperada búsqueda de donante compatible con la médula de Pablo, éste se vio sometido a extenuantes sesiones de quimioterapia e intoxicado con cócteles de 20 pastillas químicas diarias, perdió el pelo de la cabeza y unos 25 kilos, al estar en una cámara de aislamiento de un hospital durante más de 100 días, 75 de ellos sin poder comer por la boca.
Hasta que se produjo el milagro y apareció un donante compatible, que le regaló la vida porque salió del hospital e incluso le volvió a crecer el pelo.
La alegría le duró apenas unos meses porque la vida le tenía preparada una amarga decepción al rechazar su cuerpo ese primer trasplante, e incluso un segundo trasplante también fue rechazado por su organismo enfermo que se entregaba eternamente en los brazos de morfeo el pasado 25 de febrero.
Cuando Pablo fue consciente de su inminente viaje al más allá al fallar el segundo trasplante, fue cuando realmente tomó consciencia de lo que había logrado, al utilizar las redes sociales para hacer pública su enfermedad y animar a la donación de médula ósea, llegando a multiplicar un 1000% el número de donantes sólo en la provincia de Málaga y ganándose el respeto y admiración de todos con su lema eterno SIEMPRE FUERTE.
En una de sus últimas declaraciones públicas rebosaba paz y serenidad, a pesar del inminente fin que se vaticinaba en su enfermo y exhausto cuerpo.
Una ausencia total de angustia y pena en su rostro y la inmensidad de sus inmortales palabras:
“ Yo siento que lo que tenía que hacer en esta vida ya lo he hecho”
En referencia al fenómeno social de su historia y el asombroso aumento de las donaciones de médula.
Cuando el fin se acercaba supo aceptarlo y enmarcarlo para la posteridad en una frase emblemática:
“ La muerte es parte de la vida y por lo tanto hay que amarla como se ama a la vida”
Me hubiera encantado haber conocido personalmente a Pablo en esta vida, que vivir a mi me toca.
Aunque no seamos de la misma generación tengo la impresión de que nos hubiéramos llevado bien por sus ganas de vivir la vida, de disfrutar de todos los momentos como si fueran los últimos, de ser agradecido por tanto amor que dar y recibir así como por su conciencia medioambiental.
Tenemos en común esa pasión por la vida y ese entusiasmo diario, esa curiosidad innata y esas ganas de ver siempre el lado positivo de las cosas.
Quizás, después de una o varias noches de juerga y confidencias nos habríamos hecho buenos amigos e incluso podríamos en una de esas noches haber ligado con chicas los dos y acabar al amanecer en la orilla de la playa malagueña robándole besos al amanecer, cuando el alma necesita un cuerpo que acariciar.
Pablo ha dejado de existir, pero no de vivir porque como bien dice su madre Rosamari, una persona se muere cuando se la deja de querer y a Pablo se le quiere con toda el alma, ese mismo alma que con apenas media suela y 20 primaveras nos ha regalado tantos momentos maravillosos y excepcionales de lucha, coraje, entrega, garra y pundonor, ante una terrible y bastarda enfermedad que pudo con su cuerpo pero no con su espíritu valiente.
Decidió morir en la calidez de su hogar, rodeado de su familia, en vez de en un frío hospital y nos dejó como legado su energía positiva vital, fresca y pura.
Pablo es un ángel enviado a la tierra para que valoremos la bendición que supone estar sano, de poder disfrutar del regalo diario que supone vivir la vida de forma plena, de la necesidad acuciante e imperiosa de besar, abrazar, acariciar y amar que tenemos y que posponemos ante el trajín y rutina diarios y aplazamos mientras nos embobamos con la caja tonta.
Pablo nos da motivos para sonreír y disfrutar cada día con esos ratitos que hacen que la vida sea maravillosa, nos regala la conciencia de respetar y cuidar el medio ambiente, defender la naturaleza y librarla de la brutal y criminal contaminación de mares, océanos, bosques, selvas y montañas, a la que le somete la raza humana en mortal progresión enferma de codicia usurera.
Yo no soy de héroes ni ídolos porque sólo conozco a una heroína y es mi madre y aún no me he topado con nadie como ella.
Pero ahora en mi pedestal también tendré presente a Pablo a diario, porque él se ha ganado ese espacio y se ha convertido en mi héroe, por sus ganas de vivir y luchar, sin rendirse, a pesar de tenerlo todo de frente y soplando una ventisca en su contra.
Gracias por existir Pablo Ráez Martínez, porque contigo el mundo es un poco mejor, has llegado para quedarte y te tengo como referencia para saber valorar un problema, hándicap, percance, desilusión o preocupación que se presente en mi vida y lograr que me afecte en su justa medida, sin darle mayor importancia a lo que es irrelevante y otorgarle todo mi amor y atención a lo que realmente importa que es la salud física y mental.
He sido donante de sangre y de plasma desde que pude hacerlo porque me hace especial ilusión que alguien vaya andando por la calle con mi sangre, de que mi plasma sirva para realizar delicadas operaciones de corazón y regenere las pieles abrasadas con quemaduras graves y gracias a Pablo ahora también soy donante de médula ósea.

Mi carné de donante de médula ósea
Lo que hacemos por nosotros muere con nosotros, lo que hacemos por lo demás se convierte en eterno.
Recuerda que puedes visitar mi blog KinoCuevas.wordpress.com, mi canal de youtube y también podéis escuchar el programa de radio que hacía mientras vivía en Málaga, La Hora de Málaga.
1 comentario
que historia!! gracias por compartir, aunque me partió el corazón